Desde la gestión de la educación por el Estado moderno, el derecho a la
educación ha constituido un concepto y una realidad en evolución permanente hasta
nuestros días. Esta realidad puede ser analizada desde una doble vertiente cuantitativa y
cualitativa. Desde un prisma cuantitativo, nos encontramos en plena intersección entre
la “tercera revolución educativa” de las ocurridas desde finales del siglo XIX en
occidente, consistente en la universalización de la educación terciaria (1970-2010)
(JONES, 1995: 150), y la inauguración de la “era del Aprendizaje a lo Largo de la
Vida” (1990-2030) (ibidem: 151). Desde un prisma cualitativo, la comprensión del
concepto de “derecho a la educación” ha estado vinculada, y lo está hoy día, a la forma
de Estado en que se han desarrollado los sistemas educativos y, muy especialmente, a la
función social que dicho Estado ha investido a la educación. En este sentido, una de las
mayores incógnitas de la época actual radica en saber, en nuestro momento histórico de
democratización del saber en la sociedad del conocimiento, qué agencias se encargarán
de la potenciación de la cohesión social y la función de cambio social de la educación si
los actuales Estados revelan un tránsito constatable hacia formas menguadas de poder.
educación ha constituido un concepto y una realidad en evolución permanente hasta
nuestros días. Esta realidad puede ser analizada desde una doble vertiente cuantitativa y
cualitativa. Desde un prisma cuantitativo, nos encontramos en plena intersección entre
la “tercera revolución educativa” de las ocurridas desde finales del siglo XIX en
occidente, consistente en la universalización de la educación terciaria (1970-2010)
(JONES, 1995: 150), y la inauguración de la “era del Aprendizaje a lo Largo de la
Vida” (1990-2030) (ibidem: 151). Desde un prisma cualitativo, la comprensión del
concepto de “derecho a la educación” ha estado vinculada, y lo está hoy día, a la forma
de Estado en que se han desarrollado los sistemas educativos y, muy especialmente, a la
función social que dicho Estado ha investido a la educación. En este sentido, una de las
mayores incógnitas de la época actual radica en saber, en nuestro momento histórico de
democratización del saber en la sociedad del conocimiento, qué agencias se encargarán
de la potenciación de la cohesión social y la función de cambio social de la educación si
los actuales Estados revelan un tránsito constatable hacia formas menguadas de poder.
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